Y me fui.
¡Sin despedirme siquiera!
¡Tantos años! juntos
compartiendo esperas
y, hasta los alientos
por las mañanitas
entre los canteros
junto a los caminos
por sobre los techos.
¡Tantas! veces
apretando sueños
con las manos tibias
de acunar proyectos
descorchando vida
como en un festejo.
Un día
( ya ni lo recuerdo)
mi paso sin nombre
se alejó en silencio.
Iba en busca de mí
con la ilusión a cuestas
Y por eso,
tomé mi vida
escondí la historia
y partí
me alejé del pueblo.
Me miró la esquina
cuando ya marchaba
y aquella fiel vecina
se asomó a la puerta.
Me envolvió el perfume
del jazmín azul
y ya no supe
cómo dar la vuelta
En cada hueco
se quedaban esas
las miradas viejas
sobre los tapiales
por entre las tejas
en los ventanales
sobre las veredas.
Se asomaron voces
imitando letras
y hasta los ladridos
como una promesa
Una nube densa
se instaló entre ambos
convirtiendo en niebla
nuestra gran tristeza
Me abrazó el asfalto
con su piel de piedra
más, mi pie descalzo,
no olvidó tu huella:
frío del rocío blanco
rose de gramilla seca
firme rasguñón de piedra
calma por la rubia arena.
Y he vuelto cada día
(en una cita nueva)
encontrando sitios
aspirando esencias
para que el olvido
no se me haga pena.
Los amigos leales
con la mano abierta
se me rompen dentro
con sabor a ausencia.
Van cayendo gotas
En la copa honda
de mi ser (repleta)
callejón sin rejas
Y, anclo en vos
pueblo querido
donde fui pequeña
y con el sueño grande
de mujer y madre
repití la herencia
cuando fui vecina
cuando fui la amiga
cuando fui la alumna
cuando fui maestra.
Me fui
¡sin despedirme siquiera!
Es que ni siquiera sé
si aún me he ido
o me quedé entre letras
recitando historias
preguntando al viento
¿dónde están mis horas?
por tus calles viejas.