La historia de La Niña se vincula a la historia de los ferrocarriles.
A principios de 1910, la Compañía de Ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires, solicitó al gobierno la autorización para prolongar su ramal, uniendo la ciudad cabecera de 9 de Julio con General Villegas.
El 25 de junio de 1910 se aprobaron los planos presentados por el departamento de Vías y Obras de dicho ferrocarril.
En 1911 la Compañía inició las gestiones para adquirir los terrenos donde se edificaría la futura Estación.
El señor Elisardo Cascallar, propietario de las tierras, le vendió un predio de 56.079 m2 y dos fracciones de 16 hectáreas.
En ese lugar, a mediados de 1911, se terminó la construcción de la Estación “La Niña”, pasando el primer tren a fines de ese año.
El señor Emilio Garibotti, abuelo de Chichita, era el capataz de la cuadrilla que construyó las vías por donde se desplazarían luego los trenes.
El primer Jefe de la Estación fue el Sr. Gonzalez; según consta en los registros mencionados (año 1912) que llevaba don Agapito Valado (Tomo IV). Muchos otros usaron la gorra de Jefe, entre ellos: Domingo Pucheu, Hector Viotti. El último fue un señor de apellido .
La Estación La Niña y los vagones de un tren de carga
Cuando el viejo tren de La Trocha ya había dejado de hacer oír su silbato y los rieles morían de tedio, escondidos entre las gramilla, sucedió la inundación. Fue entonces cuando, al anegarse los caminos, al sentir la desolación que causa saberse aislados, se pensó en las vías muertas, en la altura del terraplén y ¿por qué no tratar de que volvieran a funcionar?
Con mucho coraje y pocas herramientas, un grupo de gente (jóvenes sobre todo) se lanzaron a la aventura de recuperar lo que alguna vez fue nexo .
Limpiaron las malezas que cubrían el trayecto y, al fin lograron que circulara un vehículo pequeño, de los que usaban los empleados del ferrocarril. Viajaba desde el pueblo hasta el cruce con la ruta 65 y allí autos particulares completaban el viaje.
La foto muestra a quienes se afanaron por dar una respuesta a los habitantes de La Niña ante el desafío de la naturaleza.
Así la «zorra», pequeña, incómoda, donde se sentaban pocas personas, espalda con espalda, mientras el conductor iba detrás, parado, pasó a ser la solución para quienes necesitaban viajar.
Se redujeron y cambiaron los horarios de las escuelas para adaptarlos a los viajes posibles que traían maestros por la mañana y los devolvían a mediodía. Allí subían los profesores y al atardecer eran devueltos a la ruta donde otro vehículo los llevaba hasta 9 de Julio.
La «zorra» fue el único medio para salir del pueblo rodeado y hay muchas anécdotas (descarrilamiento, pasar sobre el agua cuando el nivel ganó altura y cruzó los rieles, miedos y angustias).