Más diversiones y lugares

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Hubo otros tiempos. Y otras maneras de entretenerse.

Los carnavales eran una verdadera fiesta. Se iniciaban con el CORSO, frente al Club. Allí los diferentes carruajes daban vueltas en esa cuadra. Había jinetes, carros, sulkys, carrozas, comparsas y los históricos disfrazados a los que se llamaba «mascaritas».

La diversión consistía en que los participantes se arrojaran, unos a otros, agua (con baldes, globos o los llamados «pomos»).

También, al paso de los vehículos, desde las veredas se les arrojaban papel picado y cintas de todos colores llamadas «serpentinas», que quedaban enredadas en las ruedas o el cuerpo de los paseantes.

Esta diversión solía traer algunos conflictos entre los que no aprobaban el juego.

Durante el transcurso del evento un señor a caballo, con aperos de plata, recorría el trayecto y controlaba el orden. Se llamaba Comisario de Corso y unos de los primeros fue don Ricardo Soria.


Se conserva el festejo del «corso» aunque de un modo diferente. La foto muestra la época de las carrozas.

 

Los boliches fueron siempre un lugar de reunión donde se jugaba a las cartas, a las bochas, a la taba y se bebía. 

El viejo boliche de Boggero. Se ve en el centro a don Elio Jaime, quien siempre se dedicó a esa tarea. Fue cantinero en el Club y luego atendió su propio negocio.

Boliche «El cardo»

El boliche de don José Bermejo (y su esposa Pepa) fue un lugar de reunión que congregó, durante años, a  la gente que se acercaba a beber, a compartir un juego de naipes o de billar.

Los carnavales siguieron siendo motivo de diversión y se preparaban bellas carrozas.

Luego se inauguró un campo de doma. Allí el deporte criollo tuvo su lugar y tiene sus fiestas

Atilio Pellegrotti se lució alguna vez en una jineteada.